Una meseta seca y monocromática. Así es el Desierto de Atacama, el más árido del mundo con menos de un milímetro de lluvia al año, aunque el río Loa interrumpe ese paisaje.
Delgado como un estero irrumpe en el fondo de un cañón que raja el paisaje plano en dos, deslizándose silencioso y pintando de verde las laderas.
“El que no ve acá nada es porque no conoce”, dice Sonia Ramos Chocobar, sanadora del pueblo originario Licanantay que caminó en 2009 dos semanas hasta Santiago para pedirle a la entonces presidenta Michelle Bachelet la protección del desierto.
A los pies del volcán Miño, en la Cordillera de los Andes, el río Loa nació hace unos 15 millones de años y en los oasis que formó su caudal se asentó el pueblo de Sonia Ramos Chocobar.
Aymaras y quechuas llegaron luego. Disgregados en pueblitos donde el agua era generosa criaron llamas y alpacas, cultivaron maíz, papa, frijoles y calabazas y recolectaron huevos de flamenco.
Con el tiempo otras miles de personas llegaron también.
Fuente: Bio-Bio
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